
Entre vivos y muertos: activaciones ciudadanas del Antiguo Cementerio de Pobres y sus columbarios
Por: Eloísa Lamilla Guerrero*
Las tumbas y lugares de entierro son evidencias de una sociedad; testimonios de una conciencia sobre la muerte; huellas de la cultura contra la naturaleza que va tras el olvido. La tumba instituye el recuerdo, es el útero de la humanidad, como bellamente afirma la antropóloga forense Helka Alejandra Quevedo. Es el lugar donde se nace al recuerdo en busca de eternidad.
Por ello, los sepulcros y el culto a los muertos tienen una condición sagrada: son un signo irrefutable de humanidad, que concede respeto y dignidad a los restos humanos, a los huesos y cenizas. Lo que se encuentra ahí, bajo la piedra, en el seno de la tierra es digno de permanecer (Redeker, 2018: 100).
A diario, los sepulcros y cementerios reciben la visita de miles de devotos, quienes buscan reafirmar sus afectos, devociones y recuerdos con los fallecidos. Noviembre es especial para el homenaje a los muertos, en razón a la conmemoración del día de Todos los Santos (1 noviembre) y los Fieles Difuntos (2 de noviembre), que se extiende durante el resto del mes con ofrendas, visitas, serenatas, oraciones, flores y otras prácticas rituales.
Este noviembre, bajo la consigna #EntreVivosyMuertos, el IDPC tiene una agenda con invitados muy especiales para rememorar a los que ya partieron y avivar las reflexiones en torno al patrimonio funerario de Bogotá. Hablamos, específicamente, de los diversos procesos que convergen en el cementerio distrital más antiguo de la capital, el cual hacía parte del Cementerio Central, y que en las fuentes primarias aparece registrado como el Cementerio de Pobres, hoy día Parque de la Memoria y la Reconciliación, reconocido por la presencia de cuatro enormes edificaciones o pabellones funerarios llamados comúnmente como los Columbarios.
Este histórico lugar de entierro, que desde hace más de 20 años cayó en el silencio, abandono y olvido, está renaciendo gracias al cuidado que está recibiendo en diferentes campos -paisajístico, arquitectónico, arqueológico, investigativo- pero, sobre todo, gracias a que nuevamente comienza a ser habitado por las y los ciudadanos.
Desde julio de este año, el IDPC ha realizado una serie de Laboratorios de activación que, a través de las voces de un grupo base conformado por líderes y lideresas, residentes y gestores de la localidad de los Mártires, se configura como una apuesta por movilizar la enunciación de significados culturales y políticos, derivados de la relación ciudadana con el cementerio, que han sido ignorados frecuentemente por parte de la institucionalidad.
Se trata, en suma, de un proceso de exploración y creación que, con énfasis en los registros sensoriales y subjetivos, ha propiciado la elaboración de interpretaciones que recogen los significados y memorias de quienes han estado históricamente vinculados al cementerio, y que han sido excluidos tanto de las narrativas hegemónicas del patrimonio y la historia de la ciudad, como de los procesos de intervención urbanística sobre el espacio.
En este antiguo cementerio se percibe un latir proveniente tanto del espacio mismo como de los miembros del grupo base, y es este encuentro o reencuentro de pulsaciones la razón de ser de los laboratorios de activación, en la medida en que propician una plataforma para el diálogo entre un espacio negado que, en tanto se resiste al mutismo, se revela como sujeto, y otros sujetos que se han relacionado con él subjetiva y afectivamente.
De modo que el hilo conductor o narrativo que proponemos para este mes de noviembre es el de seguirle el rastro a una conversación, que, a pesar de haber quedado suspendida por dos décadas, hoy comienza a manifestar los signos de su restablecimiento.
A veces me doy una vuelta, las bóvedas y el espacio de los muertos está allí con muchos cambios. Este fue alguna vez el Cementerio de los Pobres, pero la galería donde dejaron mis restos, la bóveda, está vacía. La lápida con mis nombres y apellidos y fechas de nacimiento y muerte ya no están. Veo bóvedas iguales o casi iguales con una imagen. ¡Cómo me hubiera gustado pasar y ver mi nombre allí plasmado, pues fue acá mi última morada! Pero no me puedo quejar, el recuerdo de vivencias que mi familia guardará en su memoria me reconforta; pero mis restos no sé dónde fueron a parar, pienso en mi familia y digo “Es mi silencio, pero no es mi paz”.
Fragmento del relato Carta de un fantasma, escrito por Esperanza Chavarriaga**
*El texto se deriva de la articulación entre el Equipo de Investigación, la Estrategia de Participación Ciudadana y la Estrategia de Recorridos del IDPC para desarrollar un proceso de activación patrimonial.
**El próximo jueves 18 de noviembre, a las 10:00am, por el Facebook Live del Instituto Distrital de Patrimonio tendremos el Conversatorio IDPC_Campus, un espacio para que los 5 integrantes del equipo base dialoguen y compartan sus experiencias sobre los laboratorios y sus reflexiones en torno al antiguo Cementerio de Pobres y Columbarios.